lunes, 20 de agosto de 2018

Lumen coeli

De la mañana de verano
tranquila,
cuando bajo nubes leves
iba deshaciéndose el riachuelo,
saltando
entre pequeñas piedras romas,
salpicando agujas frescas,
insuflando vida
en los tobillos de las bañistas,
apenas muchachas
de risa limpia y sincera.

Y el sol colándose
grave
entre la umbra del pinar,
creando mosaicos cambiantes
en el informe y líquido lienzo,
móviles de papel celofán
para cunas sumergidas,
hechizo brillante,
belleza efímera,
espejismo que nace y muere
una y otra vez.

Así me encontré contigo,
tumbada en la frondosa hierba
meciéndote con la tenue brisa,
y vi que tu corazón era cristalino
y cálido
como aquella mañana,
como el vidrio recién templado,
y eras la risa de las chiquillas
jugando en la orilla,
y eras el artístico y dulce
reflejo del sol
en el agua.

Necesaria,
tejedora de destinos,
dueña del tiempo,
radiante.


Porque la luz también emana de las profundidades del alma.



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