martes, 7 de agosto de 2018

Entropía

Recuerdo en altas temperaturas
como las de hoy,
cuando en otro plano existencial,
hace un par de vidas,
fuimos djinns del fuego,
genios ardientes enzarzados
en alto horno de arcilla,
dotándolo de su nombre,
de convección y propósito,
cocinando a fuego lento
el caldo primordial que nos sustenta.

Sudándonos el mar,
mi cuerpo se hacía líquido
y precipitándose en cascada
inundaba tus poros,
creaba corrientes y arrecifes,
gargantas y simas,
honda tierra y sal;
y tú nadabas en mí,
y eras la vida misma,
ahora una ninfa del agua
describiendo amplios círculos,
lamiendo el lecho,
alimentándote del limo,
abriéndote,
floreciendo.

Y yo me transformaba contigo
y ya no era ígneo duende
sino caballo salvaje al galope
dejando atrás montañas y valles,
piafando al pie del arroyo,
bebiendo de ti,
echando raíces;
y la tierra pulsaba gutural
al ritmo de latidos cavernosos,
así hasta dibujar el último risco
y la última hoja
del último árbol.

Y así disiparnos,
quedar como cuerpos celestes fríos,
hasta la muerte entrópica,
hasta el último susurro del aliento.



"mañana ojalá
pueda seguir bebiendo
el sudor de tu pecho."

Y todo lo demás es atrezo barato.


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