viernes, 28 de mayo de 2021

Bosquejos

Me abandono desde entonces, 
cada noche,
con el velo de tu figura
rozando aún las yemas de mis dedos,
donde no tengo ojos ni voz,
y la garganta tensa, como en grito,
naufragando en esos sueños 
que como las huellas en la orilla,
no permanecen tras los párpados
al retroceder la espuma.
Y si al despertar mis carnes abriera,
mancharía la alfombra, me temo, 
de pena, y más pena.
Para el desayuno elijo con cuidado
de entre la cosecha de lo perdido,
tus miradas más tiernas,
y junto con algunas naranjas 
en su estado justo de amargor
y café recién molido,
las consumo, absorto, con las manos.
No siempre exhibo esa falta de decoro,
y en ciertos almuerzos,
cuando tu risa está en el menú,
cuchillos que nacen debajito de la piel
y finos tenedores de plata
cristalizados en mis ojos
sirven de espléndida cubertería
en el minucioso banquete de mi destrozo.
Insaciable, voraz,
monstruoso, abotargado.
No soy más, en semejante trance,  
que mero amasijo de entrañas,
cascarón autómata de funciones básicas,
títere que en mi nombre opera.
Alimentándome de recuerdos, 
haciéndome uno cada vez
con aquellos bosquejos que evocaban playas,
la compañía, el delicado trato,
la sonrisa, el abrazo,
mi amor,
la vida.

La pura vida.





"[...] sabes mejor que yo 
que hasta los huesos
 sólo calan los besos
 que no has dado"

P.D. "Veo su foto y me duele el pecho."

domingo, 28 de febrero de 2021

Bajo el paraguas


Me dejaste el amor por la lluvia,
la fascinación primigenia
ante la música de un rostro
explotando en carcajada,
el remanso de paz de esos ojos
que escondían la bruma de los montes.

Me dejaste en conversaciones
con el alma,
negociando el precio de tu abrazo,
de los temblores en mi pecho,
de citas de cine y paseo,
de nervios de adolescente.

Me dejaste la llama viva,
la luz en el hogar de mis costillas,
el calor en el latir
y también al respirar,
el valor para volver a sentir
y arrojarme al amor sin vestiduras.

Me dejaste con tu aleteo, 
delicada mariposa azul,
la más elegante,
y coqueta,
y libre.

Me dejaste aquí despojado
de la parte de mí
que aún sigue caminando
contigo agarrada a mi brazo
debajo del paraguas.

Tú, 
pequeña criatura salvaje,
me dejaste.

Nublos por L. Sancho

Había que intentarlo, dicen.