jueves, 26 de febrero de 2009

Flor inmortal



Escribo los últimos versos
que florecen tardíos
en la ardua cosecha,
fueron lágrimas de tristeza,
el regadío.

Recogí el tierno fruto
que a su imagen fue a nacer
en la más hermosa flor
de todo el campo en derredor,
que ya nadie volverá a ver.

Pasa otra jornada,
en que el aire arremolinado
acaricia su perfume
y a lo lejos se presume
a un viajante embriagado.

Arrodillado gritando al cielo,
¡no la dejaré marchitar!,
le entregué mi ser aquel día,
alimentándome de penas y alegrías
veremos la vida pasar.

Así la siento crecer,
frágil, majestuosa, callada,
sufriendo sus inviernos,
obligados a bebernos
gota a gota el alma escarchada.

Irremediablemente,
compartimos el aliento
tú, aquella flor inmortal
y yo, escultor de estatuas de sal
en el jardín de mi pensamiento.


Y que tu tallo siga escribiendo en mi historia hasta el fin de los días...

2 comentarios:

El Náufrago dijo...

Amigo mio,
como siempre, tus versos son agua fresca para el jardín de mi pensamiento. Son la prueba viva de que no estamos solos en este mundo de flores marchitas, que todavía quedan colores que descubrir entre la enmarañada maleza monótona.
Sigue viajando compañero y que tu tren nunca se dentenga.


Un abrazo desde la isla,
El Náufrago...

Anna Bahena dijo...

es hermoso imaginar beberse gota a gota el alma escarchada...

Un abrazo y un gusto montar en este expreso estrella Polar...

Anna.