miércoles, 20 de mayo de 2009

En mis manos...



Me arrancó las alhajas,
al tiempo dos saetas ardientes
rasgaron el aire
y ahogaron mis ojos.
El reflejo del fulgor
que salía de mi pecho,
despojándome de toda vestimenta,
se mecía por mis mejillas
e iba a bañar
las comisuras de mis labios.
Vulnerable, desnudo y frágil,
hendía mi silueta
el suave algodón del viento.
Tu capricho trajo siete velos
que a mi piel se ligaron
y seis látigos
candentes restallaron
para grabar en mis manos
el camino por donde
quisiste escapar.
Ahora háblame de ti,
hablando de mí,
porque tuyo es mi reflejo
sosteniendo un mástil,
caminando directo hacia mi alma...







Y allí donde vayas estaré yo, esperando para mostrarte con mis manos el mundo que quiero pintar.