martes, 19 de febrero de 2008

La ventana



Tengo una ventana por la que paso a contemplar el mundo todos los días.
Por mucho que me mueva normalmente suelo ver lo mismo, rara vez cambia el ancho del marco para mostrarme alguna cosa nueva, y eso para mí es bueno, me hace sentir seguro.

Cada día veo el mismo paisaje, reconozco perfectamente cada elemento de lo que se ve desde mi ventana.
He notado que hay días en que las cortinas que llevan ahí colgadas desde que tengo conciencia son de un color diferente al del día anterior, y al asomarme veo las cosas tintadas de modo distinto.
Haga lo que haga no consigo apartar estas telas y estoy empezando a dudar de si realmente conozco el color verdadero de las cosas que siempre he creído mías.

Hoy al mirar por mi ventana he conseguido ver que tenia un vecino que compartía las vistas conmigo, hasta ese momento no me había percatado de su presencia y al principio sentí miedo al verme privado de mi preciosa soledad. Pero enseguida me puse contento, por fin tenía con quien comentar aquel maravilloso paisaje.
¡Qué grande ha sido mi sorpresa al hablar con él!, debía estar loco. Insiste en que todas las cosas que yo siempre he visto igual no son como yo digo. ¡Menudo disparate!. He decidido no volver a hablarle por si acaso me acaba volviendo loco a mí también.

Pasó algún tiempo y él volvió a hablarme, me animó a intentar abrir mi ventana. La abrí receloso, aquello no podía estar bien.
El viento soplaba fuerte ese día, fue sólo un momento, apenas perceptible, las cortinas se abrieron por una ráfaga para volver a su origen nuevamente. Pero yo estaba seguro de haberlo visto. Aquello cambió mi forma de comprender mi entorno para siempre. Por fin lo comprendí todo.

Todos tenemos una ventana al mundo, a nuestro mundo. Si me escondo tras mi marco, me estaré perdiendo las visiones del resto.
A partir de ese día me afané en tejer unas cortinas color transparente para ver la realidad sin deformaciones.

A día de hoy, no he conseguido tejer más que un pequeño área en toda la cortina de ese novedoso color por el que apenas alcanzo a ver. No obstante, estoy orgulloso de haberlo conseguido.
He llamado a ese pequeño trocito tolerancia y todos los días me asomo a él cuando quiero comunicarme con mis vecinos, cada vez más numerosos.

Ellos me cuentan lo que ven, y así esbozo una imagen de la vista que realmente hay tras mi ventana. Por cierto, he concluido que todos estaban ahí, a mi lado, desde siempre. No supe verlos desde mi anterior posición.

P.D.: Mientras vivo mi nueva vida plagada de colores y matices distintos sigo intentando hacer más grande mi capacidad de tolerar, es costoso pero la recompensa lo merece.

Diario de un viajante en busca de rumbo, parte I.

0 comentarios: