jueves, 15 de enero de 2009

A la deriva





Duelen ecos cavernosos
de tambores de lluvia,
duele el silencio del reposo
de la insomne albufera.
Duele profundo en esta tierra
el anclar de las raíces,
la ocre hojarasca que yerra.
Tan fuerte es la herrumbre,
tan pocos los anillos en la madera,
languidecen los carices,
el joven bosque se hiela.
Hieren pájaros trinando,
y el fulgor de la ardiente esfera,
hiere la hiel en los matices
y las cenizas de posguerra.

Donde no pudo salvarse de sí mismo,
el joven bosque se congela.






Y parafraseando a Enrique González...

"... mi vida fuimos a volar en un sólo paracaídas...
uno sólo va a quedar volando a la deriva... "

2 comentarios:

El Náufrago dijo...

Amigo mío,
finalmente nos une algo más que la gran red artificial, ahora es el papel y la tinta que compartimos como la piel y la sangre que nos pertenece.
Ahora compartimos algo más que versos y es que puedo sentir tus sentimientos, y es que puedo desenvainar el acero en la misma batalla que te retiene, y es que nos sana la misma diosa a la que adoramos en las noches.

Un abrazo desde la isla,
El Náufrago...

My dijo...

sabes que me ha venido a la cabeza..
agitar todos esos troncos con las manos..
y hacer una lluvia de nieve sobre nuestras cabezas.

que venga también el náufrago, y cerramos los tres los ojos.. y danzamos bajo la luz de la luna llena.. y creamos un cielo de besos y de abrazos que nos proteja de ese mundo que se hiela ahí fuera..

voy?

vienes?

vamos?

te abrazo my viajante.