Pongamos
que no me aupara a lomos
del caballo,
ni galopase por los reinos
de mi mundo interior,
hostigando a golpe de látigo
al león de mi angustia.
Digamos
que no lo fatigara
hasta la extenuación,
¿vendrías tú
a ahuyentar al lagarto que habita
debajo de mi piel?
¿Y si no pudiera dispersar
la formación de vívidas memorias?
Si estuviese condenado a recrear
tu tacto, tus ojos, tu olor.
Tu risa.
¿Me buscarías tú
para sostenerme en tus brazos
durante mis veladas sin sueños?
Si yo no fuese un hombre como yo,
pasaría los días enzarzado
en bailes de salón con la locura,
me temo.
Y no sé quién
-o qué-
tomaría mi forma,
respirando por mí,
sosteniendo la pluma.
Escribiendo esto.
"sueño treinta y uno
y tú apareces tan septiembre."
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