A ti, estrella,
que en tu trono de luz duermes
tan sola,
cuajada de perlada escarcha,
y es tu piel
el frío hálito del llanto,
a ti, soberana de la noche,
de esta y
de todas las que esperan,
a ti que tocas los hilos
y las fibras
con la pericia del arpista,
tú que te das
en blanco fulgor
y colmas de argénteo vibrato
las orillas bañadas en mar,
y yo,
que al verte pasear
por el insondable tapiz,
te entregué sin dudarlo
mis ojos,
y mi garganta,
y mis manos:
mi ser,
¡quién fuera demiurgo,
nube celestial,
para estar más cerca de ti!
atesora mi ánima
que ya es tuya,
guarda mis sueños
lucero mío,
y báilame en las vigilias.
"Tú, Maravilla, y tú, Belleza, y tú, Terror."
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