jueves, 3 de abril de 2008

Sudor y sangre

Y dice así:

Atrapado entre dos mundos,
encarcelado un inocente.
Gritos de silencio, mudos,
condenado a muerte.
No llores amigo mío
por aquellos encapuchados,
no llores amigo mío
por los emponzoñados.
Toma mi mano y
bebe el antídoto
que ha de librarte
de la muerte.
Mira hacia la luz
que ilumina tu camino.
Toca las estrellas y
escúpele a ese destino.
Sal de tu prisión, inocente,
escapa de tus carceleros.

Huye lejos compañero,
pero nunca solo.
Expulsa esa soledad y
mírame a los ojos,
soy la amistad
que no te dieron otros.
Aquellos que juzgaron
sin un espejo delante,
sombras blancas, sin nombre,
condenados al desastre.
Quema tus miedos y
sé valiente.
Blande tu espada y
el escudo reluciente.
Lucha por el sentimiento
que te hace ser hombre y
cada día más fuerte.
Acepta mi mano, amigo mío...
... lo que te ofrezco
es para siempre.

Firmado: L. J. Sancho

Esas líneas, cobrando vida en forma de hechos, vinieron a apoyarme en un momento delicado.
Era hora de sacarte del cajón.

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