lunes, 21 de abril de 2008

El tiempo

¿De qué quieres hablar hoy? Hablar conmigo, hablar contigo al fin y al cabo.

Hace algunos días que el tren entró en un túnel, uno de tantos. Al principio me disgustó porque hacía ya bastante que las vías no atravesaban zonas oscuras y yo, acostumbrado al radiante sol y a las brillantes estrellas, me sentía oprimido.
Pero tenía la certeza de que el final del túnel llegaría tarde o temprano, así que con esa esperanza seguía mirando por la ventana sin ver más que negrura; los paisajes volverán sin más remedio.

A día de hoy todavía no he visto el final del túnel, escribo estas líneas sentado debajo de unas lámparas victorianas que arrojan una luz muy acogedora, pero yo no quiero velas, no quiero luz ahogada, quiero rayos de sol. Todo eso llegará, no hay duda, el tiempo no deja a nadie en el mismo sitio, y si de algo tengo certeza, es de que me estoy moviendo.

Esto me permite hablarme -¿Dónde están mis modales?- quería decir hablarte, inseparable diario, sobre lo mucho que cambia todo con el paso del tiempo, así como un candelabro se cubre de polvo y telarañas en un caserón abandonado, nosotros cambiamos, y menos mal, en el transcurso de nuestras vidas.
La vida es cambio, es evolución, enriquecerse tomando elementos de tu entorno sin entorpecer la labor de tu vecino. El tiempo es nuestro mejor aliado, por mucho que se empeñen en decirte que hay que luchar contra él y su tiranía, no hay peor acto que tapar el progreso que acumulas.

La experiencia, vivir, adquirir. Todo ello me acabará dejando en algún lugar, que a buen seguro es mi sitio, bueno o malo, pero mío. Yo elijo el camino que tomo en los cruces de vías y yo elegí meterme en este túnel, aunque ahora eche de menos el sol, habré aprendido a valorarlo más cuando salga.

Y mientras espero activamente, agradezco ver en los distintos vagones, a los pasajeros que he ido recogiendo por las estaciones de mi vida y que aún aguantan sentados. Esto no sería lo mismo sin ellos, debes saberlo; aunque te parezca que yo podría viajar solo, un tren vacío es un tren muerto. Y a nadie le gusta viajar en un tren fantasma.

¿De qué quieres que te hable mañana? Hablar contigo, hablar conmigo, ya lo sabes.



P.D.: Casi me parece ver la luz...

Diario de un viajante en busca de rumbo, parte II.

1 comentarios:

Momo dijo...

La luz está en ti, la luz está donde quieras que esté...

Nosotros podemos ser (si así lo deseas) esas lámparas victorianas que alumbren tu camino...

El interruptor sabes donde queda, solo tienes que clickar y, la luz se prenderá...

Saludos desde un vagón cualquiera!