jueves, 24 de abril de 2008

A-m-i-s-t-a-d

Podrías no contestar cuando te llamo,
podrías no entenderme,
podrías no brindarme tu sabio consejo,
podrías no apreciarme,
podrías no tener la palabra idónea en el momento que lo necesito,
podrías no ponerme sobre tu hombro cuando cojeo,
podrías no abrirme los ojos cuando me obceco,
podrías no desprender un aura tan afín conmigo,
podrías no hacerme sentir yo mismo...
pero entonces...

...no te llamaría amigo.


La cosa va de amistad, esta vez en toda la plenitud de su palabra.
La que se cobija en el alma y es tan exquisita que solo se permite usarse en quienes te han abierto sus puertas sin reservas y en quien, por supuesto, te alberga en su corazón.

Gracias. Y en referencia a lo que acabo de escribir, decir... ¡que viva (y que valga) la redundancia!.

1 comentarios:

El Náufrago dijo...

Sencillo y claro, gracias amigo mío.