Diecinueve años saboreando la espuma de las olas
acusando un desgaste que se balancea incansable,
que me esculpía, a golpes de sal.
Diecinueve otoños hablándole a un espejo quebrado,
a un estanque perturbado que devuelve una imagen deforme,
que me confundía, a golpes de sal.
Y lo peor es haber pensado que esa era mi realidad,
que no iba a encontrar nada mejor.
A los veintiuno sé que la sal puede acariciarme
cuando baja por mi mejilla, fruto de la emoción.
La emoción por quien me sacó del rompeolas,
la emoción por quien me mostró mi reflejo,
la emoción por quien supo enseñarme lo maravilloso que es vivir.
Nosotros, versiones de una misma esencia.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Sal
Etiquetas:
Vagón de la expresión
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3 comentarios:
Bonito :)
y tú, con tus palabras.. también nos llenas de emociones y nos enseñas lo maravilloso que es vivir.
Os agradezco vuestras opiniones, sois bienvenidos aquí para compartir el paisaje conmigo.
Un saludo.
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